Diego Maradona se convertía en figura con tan solo 18 años y llevaba a la Selección a ganar la primera copa del Mundo en categoría juvenil.
El 7 de septiembre de 1979 en el estadio Olímpico de Tokio, Japón, el seleccionado juvenil liderado por Diego Armando Maradona («Balón de oro» al mejor jugador) le ganaba 3-1 a la Unión Soviética en la final y conseguía para la Argentina, de manera indiscutible, el primer Mundial de la categoría Sub 20.
Los madrugones grupales para seguir los partidos por TV fueron moneda corriente en un país asfixiado por las botas militares que regían el gobierno. Con el riojano Ramón Díaz («Botín de oro» por ser, con 7 tantos, el máximo artillero del certamen y que ya la descosía en River), ese equipo, que deslumbró con su juego vistoso e impuso superioridad absoluta ante duros rivales, fue dirigido por César Luis Menotti, quien asimismo venía de obtener la primera estrella con la Mayor.
En marzo del ’79, la lista de Menotti incluía a seis jugadores que debían cumplir el servicio militar obligatorio. Uno de ellos era Maradona, que con apenas 18 años era titular indiscutible en Argentinos Juniors y un ídolo nacional que se había quedado a las puertas de ir al Mundial con la Mayor, un año antes. Los otros eran Juan Barbas y Gabriel Calderón (ambos de Racing), Juan Simón (Newell’s), Osvaldo Escudero (Chacarita) y el arquero Sergio García (del modesto Flandria, por entonces en Primera B). Al final, todos ellos zafaron.
el exquisito fútbol de esta versión juvenil que se floreó en Japón, también patentada por Menotti, jamás suscitó duda alguna. «Señores, ustedes ya son campeones. No me importa el resultado de este partido, ya han demostrado que son los mejores del mundo. Nada de patadas o locuras. Vayan, jueguen y diviertan a los 35.000 japoneses que están en las tribunas», les dijo el Flaco a los pibes en la previa al partido final contra la Unión Soviética, que empezó en ventaja por intermedio de Igor Ponomarev, pero terminó claudicando por 3 a 1 con goles del boquense Hugo Alves, Díaz y Maradona.
Antes de eso, el seleccionado juvenil era una máquina de ganar. La campaña para llegar al último partido fue impecable, con triunfos sobre Indonesia (5-0), Yugoslavia (1-0), Polonia (4-1), Argelia (5-0) y Uruguay (2-0). En total, Argentina convirtió 20 goles a favor y recibió sólo dos en contra.
Además de Diego y Ramón, también se destacaron el zaguero Simón, el volante Barbas y el hábil delantero Escudero. El plantel, de espíritu bien federal, también estaba integrado por el talentoso mediocampista Juan José Meza (Central Norte de Tucumán), el arquero suplente Rafael Sería (Central Córdoba de Rosario) y hasta por dos futbolistas de Atlanta, como el delantero Alfredo Torres y el defensor Jorge Piaggio.
El resto del conjunto que dirigía Menotti lo conformaban los defensores Rubén Rossi (Colón), Abelardo Carabelli (Argentinos Juniors) y Marcelo Bachino (Boca); los mediocampistas Daniel Sperandío (Rosario Central) y Osvaldo Rinaldi (San Lorenzo); y el delantero José Luis Lanao (Vélez).
De esta manera, en apenas dos años, Argentina le tomaba el gustito a eso de ser campeón del mundo tanto a nivel mayor como juvenil. Era evidente que si al prolífico semillero de talentos que surgía naturalmente desde todas las provincias se le agregaba un trabajo serio, las grandes conquistas se iban a dar. Sólo era cuestión de tiempo.