El 12 de enero de 1813, el general Manuel Belgrano, emprende el camino a la ciudad de Salta, donde se había acantonado el ejército realista de Pío Tristán, luego de ser derrotado en la batalla de Tucumán, ocurrida el 24 de setiembre de 1812.
Luego de esa batalla, el Ejército del Norte se quedó en Tucumán preparándose para avanzar hacia el Alto Perú. La Batalla de Tucumán había sido una victoria que se vivió como una epopeya, toda vez que la superioridad del ejercito realista era superior y las posibilidades de victoria para los revolucionarios no eran muchas.
Belgrano en este tiempo en Tucumán prepararía su ejército para dirigirse a Salta, teniendo en cuenta que las tropas de Tristán estaban esperándolos con una estrategia defensiva que debían romper.
La fortaleza anímica de las tropas era importante. El ejército se puso en marcha con tres mil hombres de los cuales ochocientos corresponden a los refuerzos enviados desde Buenos Aires, pertenecientes en su casi totalidad a los regimientos 1 y 2 de Patricios.
Respecto de las armas y pertrechos, también el segundo Triunvirato es sensible a las necesidades del Ejército del Norte. En Noviembre le remite a Belgrano 200 sables, 50 pares de pistolas y 150 fusiles. Al mes siguiente, 150.000 tiros de fusil, 9.600 de rifle, 12.000 piedras de chispa, 1.000 tiros de cañón de bala, varios pertrechos de artillería, 25 quintales de pólvora, pantalones, camisas, corbatines y gorras, y un total de 65.000 pesos fuertes.
El objetivo que Belgrano se había trazado y que es compartido con el Triunvirato, es lograr el ataque a Salta antes que sea reforzado el ejercito realista con tropas desde el Alto Perú. El punto de reunión de las tropas que iban saliendo desde Tucumán iba a ser el río Pasaje, que luego pasaría a llamarse Río Juramento.