La histórica visita de la CIDH a la Argentina

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    La tarea realizada por el equipo de la CIDH enviado al país fue clave para desenmascarar las violaciones de derechos humanos durante los tres primeros años del régimen de facto que gobernó el país entre 1976 y 1983 (y los cometidos antes del golpe, durante el gobierno de Isabel Perón) y que dejó miles de muertos y unos 30.000 desaparecidos, según organismos de derechos humanos.

    El 6 de setiembre de 1979, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) comenzó su trabajo en Argentina, se formaron filas frente a la puerta de la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA, del que depende la CIDH) en Buenos Aires para presentar denuncias a la misión, a pesar del clima de terror que se vivía en la época. La escena se repitió en la ciudad de Córdoba, donde la misión montó su oficina en el Hotel Crillón y en la ciudad de Tucumán, en el hotel Versalles.

    «Para nosotros fue como un alivio y una protección a la vez», le dijo a France 24 en Español Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. En las filas que se formaron frente a las oficinas de la CIDH «no podían reprimirnos, no podían cometer actos de violencia física, como cometían en Plaza de Mayo los jueves cuando íbamos a la ronda (en la que reclamaban por sus hijos y nietos)», agrega Carlotto.

    La tarea realizada por el equipo de la CIDH enviado al país fue clave para desenmascarar las violaciones de derechos humanos durante los tres primeros años del régimen de facto que gobernó el país entre 1976 y 1983 (y los cometidos antes del golpe, durante el gobierno de Isabel Perón) y que dejó miles de muertos y unos 30.000 desaparecidos, según organismos de derechos humanos, una herida que aún sigue abierta en Argentina.

    Hasta entonces, se levantaban algo solitarias las voces de los familiares de las víctimas, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los organismos de derechos humanos nacionales y algunos señalamientos internacionales.

    A partir del informe que confeccionó la Comisión tras la visita, se legitimaron las denuncias de desapariciones forzadas y otras violaciones de derechos humanos, lo que marca un punto de inflexión histórico.

    En total, la CIDH recibió 5.580 denuncias, 4.153 de ellas nuevas.

    Fue un trabajo arduo.

    Tom Farer, uno de los miembros de la CIDH que participó de la misión, le contó a France 24 en Español que visitó la Unidad 9 en la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires, en la que había detenidos cientos de presos políticos. Por sugerencia de los propios detenidos, las entrevistas se realizaron en la capilla de la prisión. Fue un día y medio de toma de testimonios, en pequeños grupos, para poder hablar con todos.

    «La visita de la CIDH implicaba la esperanza de trascender, a través de la denuncia, las paredes del horror»

    «En un instante, los militares dispararon a mi hermano a sangre fría frente a mis ojos y nos llevaron a un sitio desconocido, con los ojos vendados y de manos y pies atados».

    Son palabras de Débora Benchoam.

    «Me dijeron que nos encontrábamos detenidos porque éramos subversivos y judíos, luego me violaron», dijo también Benchoam durante un relato que brindó hace una década, cuando se cumplieron los 30 años de la visita de la CIDH a Argentina, en el contexto de un panel que se llevó a cabo en la Cancillería del país sudamericano.

    Tenía 16 años cuando ocurrió su captura. Estuvo un mes detenida en una celda de aislamiento de una estación de policía, vendada, esposada, y abusada sexualmente. Era interrogada insistentemente.

    «Sobreviví con una sola pieza de pan y una taza de té al día», contó. «Mi hermano no sobrevivió, y su cuerpo torturado fue entregado a mi familia».

    Más tarde, Benchoam fue llevada a la cárcel de Villa Devoto, en la ciudad de Buenos Aires, una vez que dejó de ser secuestrada y se convirtió en detenida legalizada. En esa prisión pasó cuatro años y medio, junto a cientos de otras presas políticas.

    Es uno de los lugares de detención que visitó la CIDH.

    El informe del organismo dice que entre un 70 y un 75% de las mujeres que entrevistaron allí «fueron objeto de torturas en la primera fase de su detención».

    Cuando la CIDH visitó el país, Benchoam llevaba ya dos años en la cárcel, sin que hubiera comenzado ningún proceso judicial en su contra.

    «La visita de la CIDH a la Argentina implicaba para nosotras la posibilidad de denunciar ante un organismo confiable nuestro testimonio individual y colectivo», dijo y agregó que «implicaba la esperanza de trascender, a través de la denuncia, las paredes del horror y el hermetismo nacional».

    Después de 1979 empezaron a facilitarse las libertades

    Isabel Eckerl fue una de las mujeres entrevistadas en la cárcel de Villa Devoto, luego de que una compañera que estaba detenida en un área diferente de la prisión instara a los visitantes a ir a verla.

    «Vinieron muy preocupados», le contó a France 24 en Español, «evidentemente los tomó de sorpresa este lugar, y a partir de allí pidieron abrir otras celdas y a partir de allí le fuimos dando nombres».

    En su celda, señaló, estuvieron unos 15 a 20 minutos.

    Mientras para ella y sus compañeras era clave dar información sobre los desaparecidos, sobre personas que sabían que habían sido detenidas pero no sabían dónde estaban, para los visitantes era especialmente llamativo, recordó, «que estuviéramos en un lugar tan pequeño, con la letrina adentro».

    La visita produjo efectos bastante pronto para las mujeres detenidas en Villa Devoto. «La primer consecuencia de la visita de ellos fue el permiso para que entraran iglesias, otros cultos más allá del católico», dijo Eckerl. Y después de 1979, agregó, empezaron a facilitarse las libertades para las mujeres que estaban detenidas en su situación, que dejaban la cárcel, pero permanecían vigiladas, o podían dejar el país.

    La CIDH dio a conocer su informe final el 18 de abril de 1980, pero en Argentina no se difundió más allá de una mención en los medios, junto con una refutación elaborada por el régimen.

    El informe estuvo prohibido por la dictadura –aunque circulaban algunas copias en forma clandestina– y el texto completo solo se conoció públicamente ya en democracia, en 1984, bajo el nombre de ‘El informe prohibido’.

    «Papá hizo uno o dos viajes a Washington para ayudar a planificar la visita»

    Emilio Mignone y Augusto Conte (una hija del primero y un hijo del segundo fueron víctimas de la dictadura, desaparecidos), fundadores el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS, una ONG argentina que se dedica a la defensa de los derechos humanos), fueron también gestores de la visita de la CIDH.

    Cerca de un año antes de la visita, Isabel Mignone, una de las hijas de Emilio que hoy vive en Washington, estaba en ese entonces, de 26 años, con su padre en Buenos Aires. Ella le contó a este medio que él le presentó a Edmundo Vargas Carreño y le dijo: «Con él estamos preparando la visita de la CIDH a Argentina». Vargas Carreño era el secretario ejecutivo de la CIDH.

    «Papá hizo uno o dos viajes a Washington para ayudar a planificar la visita», recordó Isabel Mignone.

    «Él fue muy importante, nos trajo mucha de la información que teníamos antes de ir a Argentina», dijo Farer de Mignone. «El coraje y la capacidad de ese hombre era extraordinaria».

    Efectivamente, era muy valiente su trabajo, así como el de todas las personas que de un modo u otro lucharon por que se conociera la verdad.

    «Nos escuchaban los teléfonos, había gente siguiéndonos los pasos, mi padre recibía anónimos», dijo Isabel Mignone.

    El compromiso de su padre con conseguir que la misión fuera un éxito era absoluto. «Mi hermana Mercedes», recordó Isabel, «dijo que se iba a casar en esos meses y mi padre me dijo que por favor le dijera a Mercedes que no se case en septiembre porque él iba a estar muy ocupado con la visita de la Comisión».

    Por la prominencia de la Comisión y porque venían de países considerados «importantes», sentían que estaban protegidos, recordó Farer. Pero también sabían que había personas, miembros de fuerzas de seguridad, que podían estar fuera de control y representar un riesgo para ellos.

    Pero, sobre todo, para quienes les brindaran su testimonio.

    Así que en la reunión final con las autoridades (a quienes habían también visto al inicio de la visita), ante de partir, les advirtieron que mirarían detenidamente qué pasaba en el país mientras elaboraban el reporte y que si ocurría algo con las personas que hablaron con ellos eso influiría en el informe final.

    «Estaban secuestrando ‘perejiles’ para liberarlos porque se venía la visita de la Comisión Interamericana»

    Mignone y Conte cuentan en el prólogo a la edición argentina del informe de la CIDH que ante la intención de que viajara una misión del organismo, «el gobierno de facto se resistió al principio y luego utilizó toda clase de medios dilatorios».

    Y que «desarrolló al mismo tiempo una campaña destinada a desprestigiar a la CIDH, presentando su acción como una intervención en cuestiones internas».

    El propio Edmundo Vargas Carreño le contó a France 24 en Español que incluso «antes de que llegase la Comisión, un grupo de funcionarios del gobierno penetraron a las habitaciones en el hotel de los dos funcionarios que se encontraban preparando la visita».

    «Estando detenida, en una conversación que tengo con uno de los represores, al que apodaban ‘El Francés’, ya después de haber pasado la tortura, el comentario que hizo a todas las detenidas que estábamos ahí es que estaban secuestrando ‘perejiles’ (donnadies) para liberarlos, porque se venía la visita de la Comisión Interamericana y había que demostrar que muchas denuncias que hacían familiares eran falsas, ya que las personas estaban libres y que no estaban desaparecidas», le contó a este medio Alejandra Naftal.

    Ella estuvo detenida entre mayo y septiembre de 1978, mientras era estudiante secundaria; hoy es directora ejecutiva del Museo Sitio de Memoria ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), donde durante la dictadura funcionó un centro clandestino de detención.

    «Querían que las listas vayan a las denuncias», explicó, «y después, cuando viniese en el año 79 la Comisión, esta gente, es decir nosotros, figurara como que no estábamos desaparecidos».

    Las estrategias del gobierno militar no dieron resultado.

    ¿Qué pasó en la dictadura militar argentina?
    «Numerosas y graves violaciones de fundamentales derechos humanos»

    La conclusión del informe fue tajante: «Por acción u omisión de las autoridades públicas y sus agentes, en la República Argentina se cometieron durante el período a que se contrae este informe -1975 a 1979- numerosas y graves violaciones de fundamentales derechos humanos reconocidos en la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre».

    Las violaciones enumeradas van desde las que afectan el derecho a la vida, a la libertad personal, a la seguridad e integridad personal y el derecho a la Justicia.

    El informe elaboró una lista de 15 recomendaciones para el Gobierno argentino, en las que le solicitaban, entre otras cosas, investigar las muertes imputadas a agentes públicos, enjuiciar y sancionar a los responsables; informar sobre la situación de las personas desaparecidas; crear un registro de detenidos para evitar nuevos casos de desaparecidos, además de que las detenciones solo fueran realizadas por agentes debidamente identificados; considerar derogar el estado de sitio; y que se investiguen las denuncias de torturas y otros apremios ilegales.

    Poco caso le hizo el gobierno militar, pero eso no le restó importancia a la tarea realizada por la Comisión.

    Vargas Carreño cree que el cambio de gobierno, el fin de la dictadura, tuvo otras causas. «Pero de lo que estoy convencido», le dijo a France 24 en Español, «es de la enorme influencia que tuvo en la formación de una aguda conciencia entre los argentinos en el valor y la importancia de los derechos humanos y en la preservación del régimen democrático».

    En 2009, Débora Benchoam dijo: «La visita de la CIDH y su informe tuvieron el efecto de desprestigiar a la dictadura y de hacer visible las violaciones sistemáticas a los derechos humanos que se estaban perpetrando en el país».

    «Tengo certeza de que la visita logró que una persona, cada persona y todas las personas sintieran de que era posible ser visible de nuevo», sostuvo.

    «Fue muy importante al interior de la sociedad civil», dijo Alejandra Naftal, «porque la sociedad civil y los familiares se empezaron a organizar para esta visita y lo personal se volvió colectivo: la denuncia de la falta de un familiar individual se transformó en un proyecto colectivo; y al ser un proyecto colectivo hubo que sistematizar la información».

    Será justamente en el espacio que hoy dirige, en el Museo Sitio de Memoria ESMA, que el próximo 6 de septiembre se inaugurará una muestra temporaria para marcar el 40 aniversario de la histórica visita de la CIDH.

    Fuente: https://www.france24.com/es/20190905-historica-visita-cidh-argentina-dictadura

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