El 16 de agosto de 1977 moría el rey del rock, Elvis Presley. Tenía 42 años, ingería 10 mil calorías por día y le habían recetado más de 8.000 pastillas durante su último año. Sus desoladoras finales y su muerte conmocionaron al mundo.
El 16 de agosto de 1977, moría Elvis Presley. El Rey, el hombre que cambió la música moderna. El que le agregó sensualidad y sexualidad, el que atrajo a los jóvenes. La estrella de cine. El de la voz que cautivó a varias generaciones. El mito moderno que envejeció prematuramente y que se fue derrumbando a la vista de todos. Un hombre destrozado de 42 años que murió solo, a pesar de que decenas de millones lo amaban.
Elvis Aaron Presley había nacido en enero de 1935 en Tupelo, estado de Mississippi. Sin embargo, el quiebre fue en su adolescencia, cuando se mudó a Memphis (estado de Tennessee). En aquella tierra hizo propias las raíces de la música afro, llegando a ser considerado en las primeras críticas musicales que recibió su trabajo como “un blanco que canta como un negro”.
Todavía no había cumplido 20 años cuando inició su carrera profesional, influido por el blues, el jazz y la música country. Y su primera canción grabada, “Heartbreak Hotel”, fue un éxito que llegó en 1956, ya bajo la representación del no menos célebre Coronel Tom Parker, quien lo acompañaría desde ese rol prácticamente toda su carrera.
Entre los años 50 y 60, el mundo cayó rendido ante el carisma de Elvis Presley. Con su voz de barítono y su porte que combinaba a un galán de Hollywood con la plasticidad de un gran bailarín, fue el primero en acunar el concepto de “Frontman”, que con el tiempo el rock reservó para los grandes líderes en un escenario.
En los primeros años, sus movimientos pélvicos resultaron casi pornográficos en épocas todavía muy conservadores y en el marco de una sociedad como la norteamericana que en una gran porción era particularmente conservadora.
Hubo pedidos para que la televisión, durante las actuaciones de Elvis, solo hiciera planos de la cintura para arriba para que no se vieran esos movimientos considerados “obscenos, amorales y de mal gusto”. Incluso no faltaron, cuando la juventud comenzó a consumir sus canciones con locura, quienes convocaran a romper los discos de Elvis, buscando frenar la ola. Pero esa nueva ola ya era un tsunami.
El muchacho que cantaba, bailaba, sonreía y derrochaba simpatía, era un furor que no paraba. El fenómeno Elvis se mantuvo con los años, aunque su popularidad cedió ante otras apariciones del rock como Los Beatles y Los Rolling Stones, que robaron buena parte de su caudal de admiradores. Pero Elvis nunca dejó de ser Elvis. Su vida lo convirtió en ícono y su muerte en leyenda.