Bautismo militar en San Lorenzo

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San Martín tuvo su bautismo de fuego en San Lorenzo, a orillas del río Paraná. Fue un combate de solo 15 minutos donde demostró su capacidad para organizar la estrategia de un ejército en formación.

Cuando Buenos Aires dejó de ser sede del Virreinato, ese lugar lo ocupó Montevideo. Esta ciudad desde 1811 estaba sitiada por lo que no podía abastecerse más allá de las mercaderías que ingresaban por mar. De esta manera los barcos salían de Montevideo, tomaban el  Río Paraná,  y saqueaban todo lo que podía para abastecerse.

El gobierno de Buenos Aires tomó nota de una situación que venía ocurriendo hace tiempo. Es para recordar que a principios de 1812, fue Belgrano el que creó las baterías en Rosario, para defender a esa villa del vandalismo de los realistas. Fue así que enterados de una nueva acción, enviaron a San Martín y a sus granaderos a lo que sería su bautismo de fuego.

San Martín partió con 150 granaderos de elite que se habían formado en los últimos meses. Destinó a varios para que siguieran la marcha de los buques españoles hasta que se instaló en el convento de Convento de San Carlos. Los barcos realistas con dos cañones y una tropa de 250 hombres al mando de capitán Antonio Zabala, desembarcaron a las orillas del Paraná

Los granaderos ingresaron por la puerta trasera al convento y tenían prohibido hacer fuego o hablar en voz alta. San Martín subió a la torre de la iglesia y ahí mismo diseñó el plan de batalla.  En el amanecer del 3 de febrero de 1913, los granaderos ocupaban los patios ubicados del lado opuesto al río Paraná. A las 5 de la mañana 250 españoles desembarcaron sin sospechar nada, pero eran precavidos: marchaban en doble columna, a paso redoblado, con bandera desplegada en dirección al convento.  San Martín dividió su fuerza en dos compañías, de 60 hombres cada uno. La primera, a su cargo, atacaría de frente mientras que la segunda, a cargo del capitán Justo Germán Bermúdez, daría un pequeño rodeo y atacaría el flanco izquierdo realista para cortarles la retirada. Cuando los españoles vieron la carga de San Martín, se formaron en martillo, y efectuaron una cerrada descarga de fusilería y metralla.  El caballo de San Martín recibió una bala en su pecho. Se desplomó y la pierna derecha del coronel quedó aprisionada por el cuerpo del animal. Junto a él estaba su cuñado, el portaestandarte Manuel Escalada.  Ese momento de indecisión de los granaderos, al ver a su líder caído, fue desbaratado por el capitán Bermúdez, que había hecho un rodeo demasiado largo y que recién llegaba a la acción.  Pero alrededor de San Martín se desarrollaba otro combate. Un soldado español, al verlo inmóvil, le lanzó un golpe de sable a la cabeza que el jefe de granaderos alcanzó a esquivar, a pesar de que le provocó un corte en su mejilla izquierda. Otro español arremetió con su bayoneta, pero el puntano Juan Bautista Baigorria lo mató. Fue el correntino Juan Bautista Cabral quien logró sacar a San Martín, pero a costa de su vida.

Bermúdez y Díaz Vélez encabezaron la persecución de los españoles que buscaban la costa. Una esquirla de metralla le destrozó la rótula a Bermúdez, con lo que quedó fuera de combate. En su ímpetu, Díaz Vélez cayó por la barranca, recibiendo una herida de bala en la cabeza. Fue el único prisionero que tomaron los españoles, y que sería canjeado al día siguiente y moriría el 20 de mayo de ese año a causa de sus heridas.

A las 6 de la mañana, la acción había finalizado. Había durado 15 minutos. Los españoles tuvieron 40 muertos, 13 heridos y 14 prisioneros, mientras que los patriotas 15 muertos, 27 heridos y un prisionero. San Martín tenía una herida en la mejilla y una dislocación del brazo. Los heridos fueron llevados al refectorio del convento, donde recibieron las primeras curaciones. En ese lugar, moriría Cabral. De Buenos Aires habían enviado al cirujano Francisco Cosme Argerich para atender a los heridos. Al día siguiente de la batalla, el jefe español Zabala, herido en una pierna, se acercó al convento. Fue invitado a desayunar. Deseaba conocer a aquella tropa que se había batido con semejante coraje y disciplina. Dos días después del combate, en Buenos Aires la gente festejó la victoria después del mediodía. El gobierno ordenó salvas de artillería y repique de campanas, y dispuso mil pesos a distribuirse entre los vencedores. El primer combate de San Martin, estaba ganado

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