Muere Cornelio Saavedra

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    1709

    El 29 de marzo de 1829 muere en Buenos Aires, Cornelio Saavedra, el primer Jefe de Estado de nuestro país. Su muerte pasó desapercibida para todos.

    Cornelio Saavedra nació el 15 de septiembre de 1759 en una hacienda agrícola llamada «La Fombera» sobre la orilla del río Mataca cercana al poblado de Otuyo. La hacienda estaba en la mitad del camino de 180 km que unía la Villa Imperial de Potosí con La Plata, ambas dependientes del Virreinato del Perú. Sus padres fueron Santiago Felipe de Saavedra y Palma, natural de Buenos Aires, y Teresa Rodríguez de Güiraldes, oriunda de la Villa Imperial de Potosí. La familia se mudó a Buenos Aires en 1767.

    Su familia pertenecía, por su capacidad económica y prestigio, a la elite que dominaba el Cabildo de Buenos Aires. El 17 de abril de 1788, Cornelio Saavedra se casó —con la correspondiente dispensa eclesiástica debido al impedimento del segundo grado lateral de consanguinidad— con su prima hermana María Francisca Cabrera y Saavedra que había enviudado dos años antes heredando la fortuna de su esposo Mateo Ramón Álzaga y Sobrado próspero comerciante y Teniente del Correo Mayor.

    En 1798 falleció su esposa con la cual tuvo tres hijos y en 1801 se volvió a casar con María Saturnina Bárbara Otárola del Ribero hija del coronel José Antonio Gregorio de Otárola y Larrazábal y Josefa del Ribero y Cossio. El padre era regidor del Cabildo de Buenos Aires y uno de los más ricos comerciantes del territorio.

    En 1797, un año antes del fallecimiento de su primera esposa, comenzó su carrera en el Cabildo de Buenos Aires, donde asumirá distintos cargos administrativos.

    En la reunión del Cabildo del primero de enero de 1799, Cornelio Saavedra fue nombrado síndico procurador general, es decir, defensor de los derechos de los habitantes de la ciudad.

    En 1801 fue elegido como alcalde de segundo voto. Desde 1803 hasta 1805, debido a que las cosechas de trigo no cubrían el consumo, el precio de la harina en Buenos Aires se triplicó. Influyó no solo la escasez sino la especulación de los acaparadores y el contrabando.

    Producida la primera de las Invasiones Inglesas al Río de la Plata, durante la breve ocupación inglesa de Buenos Aires, en 1806, los cabildantes de la ciudad aceptaron que el gobernador inglés William Carr Beresford los confirmaran en sus cargos. Belgrano no accedió y salió de Buenos Aires hacia la Capilla de Mercedes, en la Banda Oriental. La Primera Invasión Inglesa a Buenos Aires terminó con la expulsión de los invasores en agosto de 1806. Como la flota inglesa seguía bloqueando el Río de la Plata y era previsible una nueva invasión, el 6 de septiembre de 1806 Santiago de Liniers y el Cabildo invitaron a los vecinos para que formaran batallones de milicias, según arma y origen de nacimiento.

    Luego de la exitosa resistencia contra la ocupación, las relaciones entre los habitantes de Buenos Aires se vieron modificadas. Hasta entonces los criollos, los españoles nacidos en América, siempre habían sido relegados en la toma de decisiones y las disputas de poder. Con la creación de las milicias criollas y el hecho de que la victoria se alcanzara en ambos casos sin intervención militar de la metrópoli, comenzaron a manifestarse sectores que, en distintos grados, abogaban por modificar la situación establecida y tener una mayor presencia e influencia en el gobierno. Saavedra fue una de las figuras claves de dicha situación, ya que comandaba al regimiento más numeroso y su postura era entonces decisiva en las disputas. Desde 1808 participó en las reuniones en la jabonería de Hipólito Vieytes y en la casa de Nicolás Rodríguez Peña, en donde se discutían los pasos a seguir para alcanzar sus objetivos. Saavedra se caracterizó por un enfoque más prudente y calculador respecto de las medidas para llevar adelante la revolución, que contrastaba con las ideas más radicales del grupo, como eran las de Mariano Moreno y Juan José Castelli.

    El 1 de enero de 1809, el alcalde Martín de Álzaga se dirigió al cabildo de la ciudad en un intento por deponer al virrey Liniers, usando su nacionalidad francesa como pretexto para acusarlo de complotar con Francia. Dicho país se encontraba en guerra con España por ese entonces, en los conflictos conocidos como Guerras Napoleónicas. Los movimientos de Álzaga eran respaldados por el gobernador de Montevideo, Francisco Javier de Elío, que por las razones citadas había desconocido la legitimidad de Liniers y formado una junta de gobierno en dicha ciudad. Su idea era deponer al virrey y que una junta de gobierno asumiera el control del virreinato, a imitación de las Juntas que reemplazaban en España la autoridad del rey Fernando VII, prisionero del emperador Napoleón Bonaparte. Los sublevados tomaron el Cabildo y exigieron la renuncia de virrey, rodeando también la actual plaza de Mayo. Llegaron a lograr la renuncia del virrey. Pero Saavedra reaccionó rápidamente y logró desbaratar el intento.

    En mayo de 1810 llegó a Buenos Aires la noticia de la caída de toda España en manos francesas, excepto en Cádiz, donde se había formado un Consejo de Regencia que reemplazaba a la Junta Suprema de Sevilla. Dicha noticia desencadenó el proceso revolucionario conocido como Revolución de Mayo. La dirección del proceso estuvo en manos de un grupo secreto integrado por Manuel Belgrano, Juan José Paso, Juan José Castelli, Nicolás Rodríguez Peña, Mariano Moreno e Hipólito Vieytes, entre otros. Estos necesitaban el apoyo de Cornelio Saavedra y los demás jefes militares para actuar, ya que sin ellos no habrían tenido el poder para enfrentarse al virrey.

    El papel de Cornelio Saavedra como presidente de la Primera Junta fue de mediador, más que de impulsor de las políticas revolucionarias. Este último papel fue cumplido por Juan José Castelli y el secretario de gobierno Mariano Moreno.

    Moreno y Saavedra se transformaron en los principales protagonistas de una disputa interna que tuvo lugar, sobre las distintas visiones del significado de la Revolución de Mayo. Los morenistas aspiraban a generar cambios profundos en la sociedad, mientras que los saavedristas buscaron sólo la llegada de los criollos al poder pero manteniendo la continuidad del ordenamiento social del virreinato, del cual se consideraban sus herederos.Moreno pensó en disminuir la influencia de Saavedra, y para ello se creó un nuevo regimiento de milicias, cuyos oficiales eran afínes a sus ideas revolucionarias: el regimiento América, dirigido por los jefes morenistas French y Beruti.

    El 27 de mayo de 1810, una circular invitó a las ciudades del virreinato a enviar diputados para que se incorporasen a la Junta. Estos fueron llegando hacia fines de año, pero el saavedrismo procuró que los representantes fueran afines a su línea partidaria y sumarlos a la Junta, dejando al morenismo en franca minoría.

    El 18 de diciembre, los diputados del interior y los vocales de la Primera Junta y el Cabildo votaron en una reunión conjunta si debía o no incorporárselos. Los diputados votaron por la incorporación. Saavedra votó a favor, pero aclarando que lo hacía por «conveniencia pública» aunque «la incorporación no era según derecho». Paso y Moreno fueron los únicos en votar en contra, y perdieron. Moreno renunció y se hizo dar una representación diplomática en Inglaterra, camino a la cual murió en alta mar. l 21 de febrero de 1811, la Gazeta de Buenos Aires se preguntaba si a raíz de la incorporación de los diputados del interior y la renuncia de Moreno, el doctor Castelli daría «un paso atrás» y volvería con el ejército del Alto Perú a Buenos Aires. Tras algunos meses de relativa calma interna, algunos diputados del interior se unieron a las corrientes morenistas, y surgió la Sociedad Patriótica. La misma era dirigida por Bernardo de Monteagudo, de tendencias ideológicas similares. Planearon desplazar a Saavedra y al deán Gregorio Funes por medio de una revolución dirigida por el regimiento de French, pero fueron delatados.

    A mediados de julio de 1811 fueron llegando a Buenos Aires, con un mes de atraso, las noticias sobre la impensada derrota en Huaqui, la desaparición del ejército auxiliar como unidad operativa y los actos de vandalismo de los desertores contra la población altoperuana causa de la creciente hostilidad de éstos contra “los porteños”. En la segunda semana del mes de octubre de 1811, estando en Salta a donde habían llegado el 30 de septiembre, Saavedra y el diputado Molina se enteraron de que en Buenos Aires se había constituido un triunvirato ejecutivo en reemplazo de la Junta cuyo presidente era Saavedra.

    El Primer Triunvirato ordenó a Saavedra trasladarse a la ciudad de San Juan gobernada en ese entonces por Saturnino Sarassa, de donde pasó a Mendoza. Varias veces se cursaron órdenes de prisión en su contra, pero no llegó a estar nunca preso.

    Cuando el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata Gervasio Antonio de Posadas —uno de los desterrados de abril de 1811— ordenó su arresto en junio de 1814, huyó a la ciudad chilena de La Serena y luego a Santiago de Chile junto a su hijo Agustín, de 10 años de edad.

    Ante la proximidad del ejército realista, por pedido de su esposa Saturnina Otárola, el gobernador de Cuyo, José de San Martín, le concedió asilo político en San Juan.

    Luego de su periplo por San Juan, Chile y vuelta a San Juan, Saavedra llegó a Buenos Aires en marzo de 1815 llamado por el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Carlos María de Alvear, en el momento en que se planeaba provocar su destitución. La llegada sorprendió a Alvear que había enviado una contraorden por lo que inmediatamente Saavedra tuvo que salir rumbo a la estancia de su hermano en Arrecifes. Cuando se produjo efectivamente la caída de Alvear, el cabildo ordenó a Saavedra que viniera a Buenos Aires revocándole las órdenes de su confinamiento y restituyéndole su fuero y honores. Sin embargo, treinta días después, se produjo una agitación a cargo del coronel Eusebio Valdenegro. El flamante director Álvarez Thomas revocó lo actuado y obligó a Saavedra a que volviera a la estancia de su hermano en Arroyo de Luna. Una extensa correspondencia se produjo entre ambos donde finalmente Álvarez Thomas dijo que no podía remediar la situación y que esa tarea correspondía al Congreso. El 10 de mayo de 1816, Saavedra abrió una instancia ante el Congreso y el 7 de agosto se dirigió a Juan Martín de Pueyrredón solicitando el reconocimiento de sus grados y honores.

    En 1819, Saavedra asumió el cargo de comandante de campaña, con sede en Luján. Su misión era ejercer la policía de campaña, defender la frontera contra el indio, y auxiliar al ejército que estaba invadiendo Santa Fe. Logró concretar algunos acuerdos de paz con los ranqueles, que resultaron poco duraderos.

    En 1820 apoyó el efímero gobierno de Juan Ramón Balcarce como ministro de guerra, y tras su fracaso se exilió en Montevideo como consecuencia de la Anarquía del Año XX.

    Regresó a Buenos Aires en octubre de 1821 luego que la Sala de Representantes de la provincia de Buenos Aires, a propuesta de nuevo gobernador, el general Martín Rodríguez y de su ministro Bernardino Rivadavia, sancionara, el 27 de septiembre de 1821, la Ley del Olvido que autorizó el retorno de los exiliados por cuestiones políticas.

    Ofreció sus servicios cuando las Provincias Unidas del Río de la Plata se enfrentaron contra el Imperio del Brasil en la guerra del Brasil, los que fueron gentilmente rechazados por el ministro de guerra Marcos Balcarce debido a su avanzada edad.

    Cornelio Saavedra falleció en Buenos Aires a las ocho de la noche del domingo 29 de marzo de 1829. El gobernador Juan José Viamonte ordenó el traslado de sus restos al cementerio del Norte de la ciudad de Buenos Aires.

    El 16 de diciembre de 1829, ocho días después de asumir el gobierno, Juan Manuel de Rosas conjuntamente con Tomás Guido firmaron un decreto por el que se creaba un monumento en dicho cementerio y se depositaba la Memoria autógrafa en la Biblioteca Pública.

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