El «Éxodo Jujeño»

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El 23 de agosto de 1812 se produce el Exodo Jujeño, la retirada de todo el pueblo de la capital de esa provincia por orden del General Manuel Belgrano para que cuando lleguen allí los realistas, no quede nada en pie que los adversarios no puedan abastecerse. El destino era Córdoba, pero al pasar por Tucumán, iba a quedarse en esa ciudad y presentar batalla un mes después.

El 23 de agosto el General Manuel Belgrano le ordena al pueblo jujeños dejar todo y seguirlo para poder enfrentar a los realistas en un lugar más seguro. Este hecho se lo conoce en la historia como el «Éxodo Jujeño«.

Luego de la derrota de los revolucionarios en Huaqui, en junio de 1811, los realistas habían recuperado las ciudades del Alto Perú y se disponían avanzar hasta llegar a Buenos Aires y recuperar la que había sido hasta 1810, la capital del Virreinato del Río de la Plata. El ejercito realista era muy poderoso y avanzada liderado por Pío Tristan, un militar español, que había sido en la juventud, compañero de estudios de Belgrano.

La orden del Triunvirato al Ejército del Norte era retroceder hasta Córdoba, donde iban a abastecerlos y reforzarlos militarmente para poder dar batallas a las tropas enemigas que eran superiores en hombres y armamentos.

El ejército español continuaba su avance hacia el sur, con cerca de 3000 soldados, comandados por Tristán. Como respuesta, el 29 de julio de 1812 Belgrano dictó un bando dirigido a todo el pueblo de Jujuy, disponiendo la retirada.

La orden especificaba que la retirada debía dejar solo campo raso frente al enemigo, de modo de no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable. Los cultivos fueron cosechados o quemados, las casas destruidas, y los productos comerciales enviados a Tucumán. El rigor de la medida debió respaldarse con la amenaza de fusilar a quienes no cumplieran la orden.

La población acató sin mayores actos la medida a partir de los primeros días de agosto, demorándose algo más los vecinos pudientes, que requirieron de Belgrano carretas para transportar sus bienes.

Del éxodo participaron aproximadamente 1500 personas de un total de 2500 a 3500 con que contaba la ciudad y jurisdicción de Jujuy. El pueblo jujeño, al igual que el del resto del antiguo Virreinato del Río de la Plata, estaba muy dividido entre los que apoyaban a los patriotas partidarios de la Revolución de Mayo y los que se mantenían leales a la continuidad del sistema virreinal.

Siguiendo las órdenes de Belgrano, los habitantes de Jujuy, a los que se sumaron algunos refugiados procedentes de Tarija y Chichas, abandonaron sus hogares y arrasaron con todo lo que dejaban atrás, a fin de que las fuerzas realistas no pudiesen aprovechar ninguno de sus bienes y dejándolos sin víveres para sus tropas. La población efectuó un largo trayecto de 360 km hasta Tucumán, paralelo a la actual Ruta Nacional 34, tomando por el camino de las Postas.

Al llegar a Tucumán, los habitantes de esta ciudad le pidieron a Belgrano que se quedara allí a presentar batalla, desoyendo las ordenes emanadas por Buenos Aires. Los tucumanos les brindaron todo tipo de apoyo: hombres, armas, caballos y hospedaje. En esta ciudad comenzó a gestarse otra historia, luego de la victoria de setiembre de 1812.

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