Operación Traviata. El asesinato de Rucci

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El 25 de septiembre de 1973, un grupo comando asesinó a José Ignacio  Rucci cuando este salía de la casa de calle Avellaneda 2953 en el barrio de Flores. El gremialista era uno de los hombres más cercanos a Juan Domingo Perón que había ganado las elecciones dos días antes.

El 25 de septiembre de 1973, hace cincuenta años, murió acribillado en la vereda de la avenida Avellaneda José Ignacio Rucci, el jefe de la CGT y mano derecha de Juan Domingo Perón.

Rucci murió en medio de una semana clave para Juan Domingo Perón. Había retornado definitivamente a la Argentina tres meses antes y el domingo 23 de septiembre se impuso en la elección presidencial logrando el respaldo del 62 por ciento del electorado. Al día siguiente, en el mayor secreto y como presidente electo, envió un delegado a Santiago de Chile para ofrecer “ayuda material y el respaldo argentino a la Junta” de ese país. Así está expresado en el Acta que se labró en Chile y que los lectores de Infobae ya conocen. Por eso, en las horas posteriores al martes 11 de septiembre de 1973, mientras ardía el palacio de La Moneda y Salvador Allende se suicidaba, Perón le comentó a su médico Pedro Cossio: “con lo que ha pasado en Chile desde ese lado estamos protegidos”. Nada fue dicho al azar, luego se tomó el trabajo de afirmar en “Il Giornalle D’Italia” (septiembre de 1973) que la caída de Salvador Allende había cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina.”

Por razones que ahora no se intentan explicar, algunos dirán que la violenta muerte de Rucci decidirá a Perón a terminar con los “jóvenes idealistas” que se decían sus seguidores. No, esa decisión la había tomado antes y estaba en pleno desarrollo. La traía de Madrid y existen múltiples ejemplos de sus diferencias con Montoneros y sus medias palabras y advertencias que no fueron tomadas en cuenta, o respondidas insolentemente.

Mario Firmenich, el sábado 8 de septiembre de 1973 (a la salida de un encuentro con Perón y mientras organizaba el crimen de Rucci), llegó a decirle: “El poder político brota de la boca de un fusil. Si hemos llegado hasta aquí ha sido en gran medida porque tuvimos fusiles y los usamos; si abandonamos las armas retrocederíamos en las posiciones políticas. En la guerra (existen) momentos de enfrentamientos, como los que hemos pasado, y momentos de tregua en los que cada fuerza se prepara para el próximo enfrentamiento. En tanto no haya sido destruido el poder del imperialismo y la oligarquía debemos prepararnos para soportar y afrontar el próximo enfrentamiento”. Faltaban diecisiete días para el atentado mortal contra el jefe de la CGT, mientras Perón alardeaba divertidamente a su tropa: “Ellos creían que yo era uno de los de ellos pero yo no era uno de ellos, yo era uno de los nuestros.” A su vez, “ellos” sostenían: “Claro, nosotros tenemos que autocriticarnos porque hemos hecho nuestro propio Perón más allá de lo que es realmente. Hoy Perón está acá. Nos damos cuenta de que Perón es Perón y no lo que nosotros queremos. Por ejemplo, lo que Perón define como socialismo nacional no es socialismo sino el justicialismo (…) la ideología de Perón es contradictoria con la nuestra, porque nosotros somos socialistas porque el socialismo es el estado que mejor representa los intereses de la clase obrera…”.

Además, para completar el cuadro, la subversión ignoraba que Perón llegó a la Argentina con tratativas y acuerdos logrados en medio del clima de la “guerra fría” que se dirimía entre Washington y Moscú. Ignoraba, por ejemplo, el gran interés del presidente Richard Nixon en encontrarse con Perón para tratar, entre varios temas, la “cuestión cubana” en Sudamérica. La enfermedad coronaria del argentino y el escándalo de Watergate, lo impidieron. El avión de Aerolíneas Argentinas para el traslado se compró y la fecha de la entrevista era el 7 de diciembre, según conto Larry Levine el abogado de la empresa y del Banco de la Nación Argentina en Nueva York. Entre muy pocos, también, estaban al tanto el canciller Alberto Vignes, Alejandro Orfila, en ese momento embajador en Washington, y Frank Ortiz, que llevaba los temas argentinos en el Departamento de Estado y más tarde embajador en Buenos Aires. Como es de imaginar también lo sabía el general Vernon Walters.

El 17 de julio “El Descamisado” salió a la calle con una larga declaración firmada por Montoneros y FAR, no unificadas todavía, culpando de la conspiración que desplazó a Héctor Cámpora a José López Rega, Lastiri, Rucci, Osinde, Iñíguez, Brito Lima, Norma Kennedy, Frenkel y otros, sosteniendo que “nuestras organizaciones, FAR y Montoneros, como parte de ese pueblo comprometen todos sus esfuerzos a todos sus medios en función de esta lucha del conjunto del Movimiento Peronista contra estos traidores apátridas, verdaderos infiltrados de la CIA”.

“Después de lo que pasó en Ezeiza nos bajaron la orden de matar a Norma Kennedy, a Osinde, a Brito Lima, a Lorenzo Miguel y a Rucci. A las FAR les tocaba la operación de Rucci. Fuimos cuatro los que empezamos a hacerle la inteligencia a Rucci, convocados por “Carlón” Pereyra Rossi”, cuenta un ex terrorista en “Doble condena” de Alejandra Vignollés. “El Negro” Roberto Quieto (jefe de FAR) participa en el armado, lo mismo que el “Doctor Neurus” o “Esteban” Rodolfo Walsh y “El Gordo Damián” Fernando Saavedra Lamas. No fue ajeno “Antonio Nelson Latorre” o “Pelado Diego”, Miguel Ángel Castiglia. “El Cabezón” o “Ernesto Gómez” Norberto Haberger seguía la “Operación Traviata” a la distancia porque era asesor del gobernador de Buenos Aires. El asesinato llevó el nombre “Operativo Traviata” (por el anuncio de las galletitas Terrabussi de “los agujeritos”).

Luego de semanas de búsqueda y seguimiento hasta la casa de Avellaneda 2953 del barrio de Flores aparecen los ejecutores: “Lino” Julio Iván Roque, sus lugartenientes Marcelo “Monra” Kurlat y Horacio Antonio Arrué (a) “Pablo Cristiano”. Otros van a citar al “Pelado Carlos” dueño de una Itaka. Según el teniente coronel Jorge Di Pascuale, en su libro “Crónica de una guerra negada”, también intervinieron Roberto “Beto” Ahumada, Eduardo Tomás Molinete (a) “Guillermo Gallego”, Mario Lorenzo Koncurat (a) “El Jote”, Francisco “Paco” Urondo y Alberto “Mateo” Girondo Alcorta. Varios de los mismos entrenados militarmente en Cuba.

Osvaldo Agosto, jefe de prensa del dirigente sindical me contó que a Rucci “le llegaban amenazas por carta y llamados telefónicos. El no iba a ir a la casa el día que lo mataron. Se iba a quedar a dormir en la CGT, pero lo llamó el hijo (iba a ser su cumpleaños) y fue. De todas maneras si no era ese día iba a ser otro. El fue un tipo de lucha. Quería verles la cara a esos “bolches hijos de puta” que lo querían matar. Le tenían un odio inexplicable”.

– ¿Estuviste con Rucci el día del atentado?

“Ese día fui a su casa a las 10 de la mañana. Rucci ya había grabado en una cinta el discurso que pensaba dar a publicidad y le hicimos unos retoques. Fui a su casa en taxi, tomamos unos mates, repasamos el discurso, cuando llegan los muchachos a buscarlo en tres autos, Rucci dice “bueno vamos”. Cuando estamos saliendo suena el teléfono y me dice “anda, anda, sigan el auto en el que voy yo que vamos a ir a un canal de televisión”. Cuando estoy entrando a la habitación donde estaba el teléfono siento la primera explosión, alcancé a tirarme contra la pared. No tenía nada para defenderme, llevaba los discursos y unas carpetas”.

Crónica de un crimen anunciado

El crimen de Rucci conmocionó a Perón que atino a decir “me cortaron las piernas.” Había sido una clara advertencia de la guerrilla a Perón y de paso también a toda la sociedad. Rucci, uno de los blancos favoritos, había sido advertido y su muerte anticipada en los cánticos montoneros en la cancha de Atlanta, en agosto de 1973: “Rucci traidor a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor”. El resultado electoral no modificaba el interés expreso de Firmenich y sus socios de continuar por el camino de la violencia para instalar la patria socialista. La ruta de los montoneros no tenía vinculación con la democracia representativa ni tampoco con las decisiones populares volcadas en las urnas.

A los pocos días del asesinato el jefe del peronismo convocó a hombres que se habían replegado después de los hechos de Ezeiza —Jorge Osinde, entre otros—y les encargó nuevamente la tarea de contener la marea subversiva. Luego descerrajó la depuración. Así lo relató el semanario Primera Plana: “El viernes 28 de septiembre, en Olivos, habló con la claridad que caracterizaba a todas sus últimas intervenciones. Según ha trascendido, ante los miembros del Consejo Superior del justicialismo sostuvo que el Movimiento era objeto de una “agresión externa”. No hizo ninguna alusión a la CIA u otros organismos del ‘imperialismo yanqui’: arremetió sin más ni más contra el marxismo…y declaró la guerra a los “simuladores”, de quienes afirmó que les iba a ‘arrancar la camiseta peronista’ para que no quedaran dudas ‘del juego en el que estaban empeñados […] Frente a un gobierno popular –señaló—no les queda otro camino que la infiltración. En adelante seremos todos combatientes”, señaló Perón. Y culminó afirmando: “Yo soy peronista por tanto, no soy marxista”.

Desde la otra vereda, la respuesta de Montoneros llegó a través de la revista El Descamisado: “Si todos los peronistas no tenemos derecho a elegir quiénes nos representan debajo de Perón en el Movimiento Peronista, así no camina la cosa. Se va a seguir muriendo gente.” Más tarde, en la intimidad, Firmenich explicó: “Creímos que tirándoles al viejo un fiambre sobre la mesa íbamos a poder negociar en mejores condiciones, y la historia nos demostró que no era así. Fue una decisión política equivocada.” Al año siguiente Montoneros utilizaría el mismo método. Asesinaron al ex Ministro del Interior Arturo Mor Roig para hacerle saber a Ricardo Balbín que ellos existían.

En las horas previas al asesinato de Rucci, el matutino italiano Il Giornale D’Italia publicó unas declaraciones que Perón le formuló al corresponsal Luigi Romersa en las que el presidente electo avanzó varios pasos más en dirección a su definición ideológica sobre el peronismo. Las mismas fueron reproducidas en la edición vespertina de La Razón del 25 de septiembre, y Perón dijo que “mientras los demás hablan de socialismo nosotros hablamos de justicialismo. Somos decididamente antimarxistas”. Seguidamente, tras definir los métodos de la guerrilla, observó: “O los guerrilleros dejan de perturbar la vida del país o los obligaremos a hacerlo con los medios de que disponemos, los cuales, créame, no son pocos”. Perón, en esta ocasión no se olvidó de Cuba, al advertirle que “no haga el juego que hiciera en Chile, porque en Argentina podría desencadenarse una acción bastante violenta. La guerrilla molesta, daña la vida política y económica del país. Pero no tendrá éxito: si la guerrilla insiste, sucederá lo que en Santiago, donde la responsabilidad no fue de los militares sino de los guerrilleros”.

Luego llegaría la respuesta orgánica que no se preparó de un día para otro: el Documento Reservado establecía “drásticas instrucciones a los dirigentes del Movimiento para que excluyan todo atisbo de heterodoxia marxista.” La introducción del Documento—cuya redacción fue adjudicada a Jorge Osinde– no daba para análisis alternativos: “El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista, que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes”. Para enfrentar esta “guerra” según el documento se crean estructuras de Inteligencia paralelas a las institucionales. El punto 8° “Medios de lucha”, considera que “se utilizarán todos los que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad”, una definición muy amplia, no taxativa, en las que se establecen conducciones y ejecuciones descentralizadas con gran libertad de acción. Para muchos fue el Acta de Nacimiento de la Triple A.

Fuente: https://www.infobae.com/sociedad/2023/09/24/la-ruptura-de-peron-con-montoneros-tras-la-muerte-de-rucci-y-el-documento-que-anticipo-el-accionar-de-la-triple-a/

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