Revolución del Parque

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La Revolución del Parque,  fue una insurrección cívico-militar producida en la Argentina el 26 de julio de 1890 dirigida por la recién formada Unión Cívica, liderada por Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña, entre otros.

En 1889 la Argentina estaba convulsionada desde dos años atrás por una grave crisis económica-social con una acentuada caída de los salarios, desocupación obrera y un reguero de huelgas nunca antes visto. La presidencia del general Julio Argentino Roca  había sido sucedida por la de su cuñado Miguel Juárez Celman, cuya gestión era denominada por sus opositores el Unicato y salpicada por denuncias de corrupción y autoritarismo.

A mediados de 1889 Juárez Celman estaba en la cúspide del poder después de haber desplazado a Roca de la jefatura del PAN para empezar a gestar la próxima candidatura de Ramón J. Cárcano, en tanto Pellegrini -una figura singularmente popular- se mantenía alejado de la política. Entre julio y agosto de 1889 comenzaron a realizarse en forma regular reuniones en la casa de Aristóbulo del Valle para discutir la organización de un partido político que se opusiera al PAN con la participación de los mismos políticos que habían integrado en 1886 la coalición Partidos Unidos.

El 20 de agosto de 1889 apareció en el diario La Nación un artículo titulado ¡Tu quoque juventud! En tropel al éxito, firmado por Francisco Barroetaveña,​ que sacudió a la opinión pública y a la juventud en particular, donde condenaba la ausencia de principios morales.

Al día siguiente de la publicación, Modesto Sánchez Viamonte, Carlos Zuberbühler y Carlos F. Videla felicitaron al autor y ofrecieron homenajearlo en un banquete, pero Barroetaveña sugirió que en cambio organizaran una fiesta cívica.

El 15 de diciembre de 1889, la Unión Cívica de la Juventud inauguró con un acto realizado en el Teatro Iris un club cívico para la parroquia de San Juan Evangelista de la ciudad de Buenos Aires y al finalizar la reunión los asistentes fueron atacados con armas de fuego por un grupo parapolicial enviado por el gobierno.

El 20 de diciembre la nueva agrupación creó un comité de coalición patriótica que contaría con una junta consultiva de ciudadanos mayores a los que se explicaría el proyecto​ y pocos días después Leandro Alem, Mariano Demaría y Aristóbulo del Valle tomaron la decisión de levantarse en armas para «impedir la sumisión sin esperanza al régimen de Juárez»​ y al grupo inicial se sumaron Juan José Romero, Miguel Navarro Viola y Manuel Anselmo Ocampo.

La Unión Cívica de la Juventud conducida por Barroetaveña, buscó ampliar sus bases de apoyo popular en la ciudad de Buenos Aires, organizando un partido político más amplio, la Unión Cívica, con el propósito declarado de “formar un gran partido de coalición política que vencería en las luchas eleccionarias, o en el campo de la acción, si los gubernistas burlaban los derechos del pueblo, con fraudes o violencia”.

En enero de 1890, la crisis económica se siguió agravando, las obligaciones a término no pudieron ser pagadas y se produjo una corrida bancaria, el pánico llevó a los comerciantes a subir los precios de los artículos de primera necesidad y la población se empobreció súbitamente.

El 13 de abril de 1880, se realizó un gigantesco mitin para fundar la Unión Cívica, cuya convocatoria fue firmada prácticamente por todos los sectores opuestos al gobierno a través de sus máximos representantes, desde el expresidente Bartolomé Mitre y sus seguidores, de tendencia conservadora oligárquica, hasta los líderes católicos José Manuel Estrada y Pedro Goyena, que se oponían activamente al laicismo del gobernante Partido Autonomista Nacional. Entre los convocantes habían jóvenes como Juan B. Justo, que pocos años después fundó el Partido Socialista de Argentina y el abogado Francisco Barroetaveña, que había movilizado a los jóvenes progresistas de clase media de Buenos Aires, el político Bernardo de Irigoyen, que se había alejado del oficialismo, el historiador y exrector de la Universidad de Buenos Aires Vicente Fidel López, el histórico general Juan Andrés Gelly y Obes, el empresario Mariano Billinghurst y la que fuera el ala popular del alsinismo, Leandro Alem y Aristóbulo del Valle; Leandro Alem fue la gran figura de la noche28​ y resultó elegido presidente de la Unión Cívica.

La creación de la Unión Cívica finalizó con una enorme marcha hacia la Plaza de Mayo en cuya primera fila iban tomados del brazo Mitre, Alem, del Valle, Vicente López y Estrada, a los que se fueron sumando muchos ciudadanos que llenaron las calles del centro de la ciudad y la convirtieron en el primer acto político de masas de la historia argentina contemporánea.

La Unión Cívica no era una organización política con fines electorales, no presentó los habituales programas partidarios, no alentó a sus partidarios a votar ni propuso candidatos para el Congreso en las elecciones de febrero de 1890: era una cortina de humo para la preparación de la revolución.

El 30 de abril la Junta ejecutiva de la Unión Cívica convocó a los ciudadanos de las provincias a formar grupos de opinión. En junio de 1890 el gobierno entró en cesación de pagos de la deuda externa que mantenía con la casa Baring Brothers, hecho que causó un gran descontento entre los inversores extranjeros.

Ese mismo mes la Junta Revolucionaria quedó integrada por Leandro Alem, Aristóbulo del Valle, Mariano Demaría, Juan José Romero, Manuel Asencio Ocampo, Miguel Goyena, Lucio V. López, José María Cantilo, Hipólito Yrigoyen, los generales Manuel J. Campos y Domingo Viejobueno, los coroneles Julio Figueroa y Martín Irigoyen, y el comandante Joaquín Montaña.

El 17 de julio de 1890 el general Campos se reunió con unos 60 oficiales y marinos para comunicarles el plan. La revolución estallaría el 26 de julio a las 4:00. Las fuerzas rebeldes se concentrarían en el Parque de Artillería donde se instalaría la Junta Revolucionaria y recibirían órdenes. Simultáneamente, la flota debía bombardear la Casa Rosada y el cuartel de Retiro con el fin de evitar que las tropas del gobierno pudieran reunirse, y obligarlas a rendirse mediante un ataque combinado por tierra y agua. El viernes 18 de julio, el jefe militar de la revolución, Manuel J. Campos, y otros jefes militares como Figueroa, Casariego y Garaita, fueron detenidos por el gobierno acusados de conspiración.

El sábado 26 de julio, entre las 4 de la madrugada y las 8:00, las tropas de ambos bandos tomaron posiciones. El centro de los enfrentamientos estuvo ubicado en las plazas Lavalle y Libertad y en las calles adyacentes, pertenecientes al barrio de San Nicolás. A ello hay que sumarle la acción militar de la flota naval, también sublevada. Las tropas revolucionarias contaban con el apoyo de civiles armados organizados en «milicias cívicas». La mayor parte de los milicianos civiles se sumaron a los cantones donde se ponían al mando del comandante de cada cantón.

Una vez concentradas las tropas revolucionarias en el Parque de Artillería, el general Manuel J. Campos cambió el plan establecido la noche anterior, y en lugar de atacar las posiciones del gobierno y tomar la Casa Rosada, dio la orden de permanecer en el interior del Parque.

Al permanecer dentro del Parque, el general Campos permitió, primero, que el gobierno se organizara en Retiro, y luego que tomara la ofensiva sobre las posiciones de los revolucionarios, mientras nuevas tropas provenientes de las provincias iban sumándose a las fuerzas del gobierno.

Leandro Alem cuestionó inicialmente esa decisión del general Campos porque se apartaba del plan revolucionario, pero finalmente terminó aceptándola sin plena conciencia de que con ella se afectaba gran parte de las posibilidades de éxito de la revolución. El general Campos ordenó entonces defender el Parque y para ello hizo instalar los cañones Krupp en las seis bocacalles que guardaban los accesos. El plan revolucionario incluía la detención de los líderes del gobierno: Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Julio A. Roca, y el general Nicolás Levalle. La tarea debió haber sido realizada por los milicianos civiles, pero por causas que nunca fueron del todo aclaradas, las detenciones no se realizaron. La falta de detención de las cabezas del gobierno permitió una rápida organización de las fuerzas leales y contribuyó considerablemente a la derrota de la revolución.

El día 27 de julio amaneció con una densa niebla. A primera hora el general Levalle volvió a ordenar un ataque de las tropas del gobierno contra las posiciones revolucionarias. A media mañana el general Campos anunció que las municiones se acababan y que era necesario pedir una tregua, con la excusa de enterrar a los muertos, para obtener más municiones. La Junta Revolucionaria sostuvo entonces que debía realizarse el ataque decisivo de inmediato, pero el general Campos volvió a oponerse. Los jefes civiles llegaron a pensar en relevar a Campos​ pero no se atrevieron y aceptaron pedir la tregua.

Poco después, Aristóbulo del Valle, en representación de la Junta Revolucionaria, se dirigió a la Plaza Libertad, donde estaba el cuartel general del gobierno y se entrevistó allí con Carlos Pellegrini. Acordaron una tregua de 24 horas para enterrar a los muertos.

Aprovechando la tregua comenzaron a actuar como mediadores algunas personalidades como Dardo Rocha, el banquero Ernesto Tornquist, Luis Sáenz Peña, el general Benjamín Victorica, y Eduardo Madero. Los revolucionarios pusieron dos condiciones fundamentales: amnistía para todos los participantes y la renuncia del presidente.

El lunes 28 de julio, se realizó en el Parque una reunión de la Junta de Guerra, con participación de la Junta Revolucionaria. El general Campos informó que no había municiones para continuar la lucha. Inmediatamente otros militares sostuvieron que había que detener la insurrección.

El martes 29 de julio se firmó la capitulación en el Palacio Miró, estipulando las condiciones de la rendición y el proceso de desarme de la tropa. Al atardecer Leandro Alem fue el último en dejar el Parque. Caminó solo hacia Talcahuano y Lavalle, donde se encontraba un grupo de soldados que se negaban a rendirse. Un subteniente le gritó que corría peligro. Ante la falta de respuesta de Alem el subteniente corrió y se abalanzó sobre él en el momento justo en que era disparada una descarga de fusilería que pasó sobre su cabeza.

La Revolución del ’90 marcó un punto de quiebre en la historia argentina; marcó con claridad el momento en el que comienza a emerger una sociedad civil urbana, diferenciada en grupos sociales con demandas específicas. En particular la Revolución del ’90 marca el momento en que la clase media ingresó a la vida pública.

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