La trágica muerte de Francisco Narciso Laprida

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El 22 de setiembre de 1829, era asesinado Francisco Narciso Laprida, quién presidió la sesión en el Congreso de Tucumán el día que se Declaró la Independencia.

La mayoría de nosotros conocemos a Francisco Narciso Laprida por presidir la declaración de la Independencia el 9 de julio, pero muy pocos sabemos que se radicó en nuestra provincia y realizó una gran actividad profesional y política. Lo recordamos a 184 años de su desaparición.

Francisco Narciso Laprida nació en la ciudad de San Juan el 27 de octubre de 1786. El niño Francisco realizó sus primeras letras en su ciudad natal, pero luego partió hacia Buenos Aires para estudiar en el Real Colegio de San Carlos.

Ya adolescente viajó a Chile en donde la familia Laprida se estableció y continuó sus estudios en la Universidad de San Felipe. Allí se graduó como licenciado y doctor, el 29 de enero de 1810. Fue en el país trasandino en donde se inició en la masonería. Ese mismo año quedó constituido el gobierno chileno en donde don Francisco participó activamente como patriota.

Un año después regreso a San Juan y fue síndico procurador del Cabildo.

Miembro de la Logia de Buenos Aires, partió hacia Tucumán para integrar el Congreso de 1816. El 9 de julio de ese año fue elegido presidente del mismo. Pasaron dos años y Laprida regresó a su provincia natal y reemplazó al entonces gobernador De la Rosa. Su obra fue excepcional. Durante la sublevación en San Juan, supo contener a los rebeldes.

El patriota expuso su vida al intentar salvar la su amigo De la Rosa, quien había sido condenado a muerte. Fue entonces que Laprida penetró en la celda vestido de sacerdote y le ofreció a éste el hábito para que se escapara sin ser reconocido, quedando él en su lugar, pero aquél no aceptó su sacrificio.

Por problemas políticos y la posibilidad de ser perseguido por el caudillo Facundo Quiroga que estaba en la provincia de San Juan en 1827, don Francisco Laprida, se radicó en nuestra provincia con su familia. Aquí su vida fue muy tranquila, ejerciendo su profesión.

Junto a sus amigos, por las tardes se reunía en el café de la Alameda a conversar de la difícil situación que vivía el país en la guerra entre federales y unitarios. Dos años después de radicarse, la convulsionada situación reinante se profundizó…

Y en abril de 1829, el general unitario Paz, derrotó a Bustos en San Roque y en junio le ganó en Córdoba al caudillo federal Quiroga en la batalla de la Tablada. Apoyados por estos triunfos en el interior, el núcleo unitario rechazó el Pacto de Lavalle y Rosas.

Los unitarios mendocinos se organizaron para enfrentarse a los federales al mando de Aldao quienes venían a conquistar la ciudad. Francisco Laprida no dudó en alistarse en el ejército unitario junto con Sarmiento y otros importantes personajes liberales.

El 22 de setiembre, las fuerzas se desplegaron en guerrilla, y luego el general Aldao disparó seis piezas de artillería a las tropas unitarias. Estas se dispersaron. Al ver esta situación, el cabo Francisco Laprida le dijo al joven teniente Sarmiento, quien fue el último en verlo con vida, que tratara de escapar de este combate, que era muy joven.

Los federales del general Aldao habían doblegado a las tropas de Zuluaga. Al otro día entraron en la ciudad.

Laprida y los unitarios dispersos en el campo de batalla se retiraron a todo galope en dirección al Este para escapar de los enemigos federales que los perseguían.

Al llegar a un callejón- en San Francisco del Monte- el sanjuanino fue interceptado por sus perseguidores quienes lo rodearon y apuntaron con sus lanzas al pecho de Laprida. Uno de estos lo ejecutó sin piedad, clavándole una lanza y después pasándolo a degüello.

Su cuerpo luego no pudo ser localizado, aunque algunos creyeron reconocerlo, varios días después, por el delicado monograma de su camisa.

 

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