Dorrego gobernador de Buenos Aires

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El 12 de agosto de 1827, Manuel Dorrego era electo nuevo gobernador de Buenos Aires. Era el fin de momentáneo de los Unitarios que no participaron de las elecciones.

Manuel Dorrego fue electo gobernador de Buenos Aires el 12 de agosto de 1827. El nuevo gobernador pertenecía al partido Federal que desplaza a los Unitarios que habían estado representados por Bernardino Rivadavia. Este había renunciado por la indignación de la gente a su gestión y había sido reemplazado interinamente por Vicente López y Planes, que de manera interina ocuparía el cargo.

En la elecciones en las que fue electo Dorrego no participó el Partido Unitario. En ese momento, que parecía ser el de su absoluto encumbramiento, se le ofreció el grado de general; Dorrego declinó tal honor, explicando que solo lo aceptaría cuando se considerara digno de tal grado, es decir, cuando lo ganara en el campo de batalla.

Su gobierno inició tímidos pasos para dar al país una organización federal. La mayor parte de los gobernadores confiaban en su gestión, y todos ellos delegaron en Dorrego el manejo de las relaciones exteriores y la guerra, algo que algunas provincias habían delegado anteriormente en el gobernador Juan Gregorio de Las Heras, y más tarde volverían hacer con Rosas.

Dorrego trató de superar la pesada herencia de la Convención Preliminar de Paz de 1827 firmada por García y repudiada por Rivadavia. Como encargado de las Relaciones Exteriores y de la Guerra, intentó concluir rápidamente la guerra con audaces operaciones. Entre otros proyectos, comisionó al gobernador santafesino Estanislao López la liberación de las Misiones Orientales, desde donde debía atacar a los brasileños en Porto Alegre. Otra de sus iniciativas fue apoyar a un mercenario alemán, Friedrich Bauer, abandonara el servicio de Brasil e intentara la creación de la República de Santa Catarina. Dorrego también entró en relación con los principales líderes riograndenses, Bento Gonçalves da Silva y Bento Manuel Ribeiro, promoviendo la República de San Pedro del Río Grande, ya que el sentimiento en contra de la monarquía era creciente e importante en el sur del Brasil. Se llegó a planificar el secuestro del Emperador Pedro I.

Pero la presión de Inglaterra, ejercida directamente por el enviado lord John Ponsonby, representante de los intereses británicos en Buenos Aires, e indirectamente a través del Banco de la Provincia de Buenos Aires, controlado por capitalistas ingleses y sus socios locales, trabaron su accionar. Por otro lado, las acciones directas de naves militares del Reino Unido y del Brasil sobre naves argentinas forzaron a Dorrego a aceptar una paz desventajosa. Ponsonby llegó hasta el punto de amenazar con una intervención militar si no se firmaba la paz con Brasil.

Si bien se mantuvo inflexible sobre la negativa a aceptar lo antes firmado por García, se vio obligado a firmar un nuevo acuerdo de paz con el Brasil, la Convención Preliminar de Paz de 1828, ratificada el 29 de septiembre de 1828, por la que aceptaba la independencia de la provincia en disputa como Estado Oriental del Uruguay. A principios de octubre las tropas argentinas establecidas en Río Grande partían de regreso hacia Buenos Aires, sintiéndose traicionadas por el tratado que Dorrego se había visto obligado a firmar.

Dorrego era propenso a ganarse enemigos y la lucha periodística en que se vio enredado desde el comienzo de su gobierno con el partido unitario derrotado llevó los ánimos a un enfrentamiento apenas latente.

La oportunidad que esperaban los unitarios llegó en el momento del regreso del ejército que había combatido contra el Brasil: sus oficiales estaban abiertamente descontentos con el tratado de paz firmado por Dorrego, por el que la Banda Oriental se convertía en un estado independiente de la Argentina. Dorrego estaba indefenso: a la luz del día se tramaba una conspiración para derrocarlo. La plana mayor de los generales, sus excompañeros de exilio, Alvear y Soler, junto con Martín Rodríguez, Juan Lavalle y José María Paz estaban decididos a defenestrar a Dorrego. Cuando le dijeron que el general Lavalle —antiguo compañero de armas en el ejército y a quien Dorrego había recomendado en su momento para un ascenso— iba a intentar derrocarlo, rechazó esa posibilidad.

El 1 de diciembre, sin embargo, Lavalle se puso al frente de una revolución y lo derrocó

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